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Breve historia del AHDSC

Virginia Margarita López Tovilla

Juan Pedro Viqueira Alban

Centro de Estudios Históricos

El Colegio de México

 

Pretender escribir una historia, incluso sucinta, del Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas (AHDSC) es una tarea temeraria. No se ha hecho todavía una revisión sistemática, detenida y crítica de los documentos que podrían ayudar a reconstruir sus vicisitudes y que se encuentran dispersos entre los miles que conforman este repositorio. Gran parte de las historias que se cuentan de este archivo se sustentan en una tradición oral no siempre confiable y, a veces, propensa a la exageración y a las deducciones precipitadas. Por esta razón, nos limitaremos en estas páginas a recordar los hechos más seguros de la historia del archivo.

Las vicisitudes de un archivo de archivos (1909-1977)

El obispo Francisco Orozco y Jiménez, quien gobernó la diócesis de San Cristóbal de Las Casas de 1902 a 1912, desempeñó un papel clave en la conformación del AHDSC. Monseñor Orozco y Jiménez, originario de Zamora (Michoacán), no sólo fue un prelado muy dinámico y emprendedor, sino que también fue un gran aficionado a la historia. Su interés por el pasado de su diócesis le llevó a consultar una gran cantidad de documentos relativos a Chiapas, en primer lugar, aquellos que resguardaban sus propios archivos. También solicitó el traslado de varios documentos que se encontraban en el Archivo Secreto Vaticano y revisó otros ya publicados. Como resultado de su gusto por la historia publicó tres volúmenes de documentos. El primero de ellos, el menos conocido, fue la Colección de documentos relativos a la milagrosa imagen de la santísima Virgen de la Presentación llamada de Caridad que se venera en su templo de San Cristóbal L. C., mandolos copiar de los originales del archivo de esta Sta. iglesia catedral y publicar el Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. D. Francisco Orozco y Jiménez, obispo de Chiapas. Este libro fue impreso en San Cristóbal Las Casas por la tipografía de la Sociedad Católica a cargo de Manuel J. Gutiérrez en el año de 1903, es decir tan sólo un año después de la llegada del obispo Orozco y Jiménez a Chiapas.

Los otros dos volúmenes llevaron el título de Colección de documentos inéditos relativos a la Iglesia de Chiapas. El primero apareció en julio de 1908 y el segundo en 1911, es decir poco antes de la partida del prelado a la nueva diócesis que le había sido encomendada, la de Guadalajara.[1]

Este continuo interés por los documentos históricos llevó al obispo Orozco y Jiménez a solicitar a los párrocos de Chiapas que le remitieran los archivos parroquiales que resguardaban. No conocemos exactamente la fecha en la que el prelado giró esta instrucción, pero debió de ser en el año de 1909 o un poco antes. En efecto, hemos localizado tres cartas (una del párroco de Tumbalá y otras dos del de Tonalá) del año de 1909 en las que se hace referencia a la circular en las que se solicitaba a los curas remitir sus libros parroquiales.[2] Es muy probable que en dicha circular el prelado haya ordenado únicamente la remisión de los documentos elaborados en los siglos anteriores. Eso explicaría la duda del cura de Tonalá, quien preguntó si debía remitir también un libro parroquial que, si bien se había iniciado en el siglo XIX, también incluía registros del siglo XX. Aunque muchos libros parroquiales y documentos fueron remitidos, hubo algunos que permanecieron en sus parroquias, como por ejemplo en Comitán, Tenejapa, Totolapa, Tonalá y San Bartolomé de Los Llanos —ahora Venustiano Carranza—.[3]

Los esfuerzos del obispo Orozco y Jiménez por concentrar en la catedral los libros parroquiales y otros documentos de los curatos estuvieron a punto de desembocar en una tragedia. En 1914, cuando las tropas carrancistas ocuparon San Cristóbal de Las Casas, se instalaron en el palacio episcopal y, para tener más espacio a su disposición, empezaron a arrojar todos los documentos de los archivos a la calle. El padre Agapito Martínez se enteró de este acto de vandalismo y alertó a las autoridades civiles. Al parecer en un primer momento los documentos se resguardaron en el ayuntamiento, pero al poco tiempo el padre Martínez obtuvo que los carrancistas le entregaran las llaves de la catedral durante 24 horas. En ese breve lapso, con la ayuda del padre Eduardo Flores Ruiz, quien acababa de regresar de la Universidad Gregoriana en Roma, en donde había sido ordenado, y de varios seminaristas, se trasladaron todos los documentos a un pequeño cuarto en la planta baja de la parte trasera de la catedral (que ahora forma parte del local que ocupa el archivo). Después de amarrar los documentos por paquetes, se tapió la entrada principal del cuarto y la ventana. Sin embargo, una pequeña entrada secreta permitía tener acceso a los documentos.[4] Estos permanecieron así ocultos durante todos los años de la persecución religiosa e incluso una década después de que ésta hubiese terminado.[5]

Obviamente, durante el saqueo que llevaron a cabo las tropas carrancistas, muchos documentos se perdieron definitivamente. Otros tal vez hayan sido recuperados por vecinos y podrían conservarse en algunas bibliotecas particulares. Así, por ejemplo, un buen número de los libros de actas del Cabildo eclesiástico —que tradicionalmente se consideran los documentos más valiosos en este tipo de archivos— parece haber desaparecido. Se ha dicho que otros documentos del AHDSC fueron a parar a Tuxtla Gutiérrez y que se integraron al archivo que ahora resguarda la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Pero en sentido estricto lo que se encuentra en esa universidad es una parte de la biblioteca del Colegio Seminario que, al parecer, sufrió también los actos vandálicos de los carrancistas en 1914 y que ahora se encuentra dividida en tres partes: una en el actual seminario de San Cristóbal de Las Casas; otra en el AHDSC, y finalmente una tercera en la UNICACH en Tuxtla Gutiérrez.

Estos actos de vandalismo de las tropas carrancistas y el posterior rescate y ocultación de los documentos provocaron que todos los archivos de la catedral terminaran concentrados en un mismo local. En efecto, habitualmente existían tres archivos catedralicios, manejados por distintos funcionarios eclesiásticos: 1) el de “Administración diocesana central”, que compartían el obispo y el Cabildo catedral; 2) el Capitular, de uso exclusivo del Cabildo catedral; y 3) el “Episcopal”, que gestionaba la Secretaría Episcopal. A estos tres archivos se sumaron los documentos provenientes de las parroquias (que denominaremos aquí “Diocesano parroquial”)

Aunque el Archivo seguía escondido en el cuarto tapiado, el obispo Gerardo Anaya y Díez de Bonilla (1920-1940), a quien le tocó padecer los momentos más duros de la persecución religiosa, aprovechó los periodos en los que el gobierno le impedían salir de San Cristóbal de Las Casas para escribir una historia de sus antecesores en la silla episcopal de Chiapas, contando para ello con la ayuda de monseñor Eduardo Flores, quién se introducía en el cuarto secreto en donde se resguardaban los archivos diocesanos para localizarle documentos que pudieran servirle en sus indagaciones históricas.[6]

Los documentos de los archivos catedralicios y los libros parroquiales que habían sido escondidos volvieron a ver la luz del día probablemente a fines de la década de 1940. El anterior presbítero, Eugenio Álvarez Figueroa, recuerda que en 1947 o 1948 ayudó a monseñor Flores Ruiz, en aquel entonces rector del Colegio Seminario, a desempacar y a quitar el polvo de los documentos.[7] A pesar de todas las vicisitudes que sufrieron los archivos de la catedral, los expedientes todavía se mantenían en buena medida en un orden original, es decir, agrupados por ramos o series (autos episcopales, becas y órdenes, cabildos, capellanías y providencias, cedularios, cofradías y cordilleras, cuentas, diezmos, documentos del seminario conciliar, juicios, padrones y testamentos) y colocados cada uno de ellos en forma cronológica.[8]

De acuerdo a esta historia, el AHDSC no debería contener documentos posteriores al año de 1914, cuando fue saqueado por las tropas carrancistas y dejó de funcionar como archivo vivo. Sin embargo, por razones que desconocemos algunos documentos de la catedral siguieron incorporándose al archivo, sobre todo de fechas anteriores a 1959, año en que se inició la administración del obispo Samuel Ruiz García. Según nos han informado, otros documentos de tiempos de los obispos Maximino Ruiz y Flores (1913-1920), Gerardo Anaya y Díez de Bonilla (1920-1941) y Lucio C. Torreblanca y Tapia (1944-1959) permanecen en los archivos vivos de las distintas dependencias de la catedral, junto con los de los gobiernos de Samuel Ruiz García (1959-2000), de Felipe Arizmendi Esquivel (2000-2017) y obviamente del actual prelado, Rodrigo Aguilar Martínez.

En los últimos años de la década de 1960 y en los primeros de la década siguiente, monseñor Flores, quien seguía resguardando el archivo, permitió que varios investigadores los consultaran. Entre éstos estuvieron Dolores Aramoni, Virginia Molina, Jan Rus y Robert Wasserstrom, que en aquel entonces eran estudiantes de antropología.

Por esas fechas, se llevaron a cabo dos “misiones” de microfilmación de archivos del estado de Chiapas. Una de ellas—patrocinada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y dirigida por Antonio Pompa y Pompa y por Carlos Martínez Marín— microfilmó varios archivos públicos y particulares de Chiapas, entre los cuales estuvo incluido el AHDSC. La selección que se hizo de los expedientes de este archivo abarcó principalmente a los libros parroquiales, pero también se microfilmaron otros expedientes, como los relativos al cobro de diezmos. [9]

 

Unos años después, en 1969, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días —mejor conocida como la Iglesia de los Mormones—, asociada con la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica, microfilmó una parte sustancial del Archivo. Esta tarea se vio interrumpida de manera abrupta cuando el trabajo estaba ya muy avanzado porque, al decir de monseñor Flores, los encargados de la microfilmación mutilaban los documentos para robarse los sellos y las firmas.[10] Ante esa acusación, la Academia defendió a sus empleados alegando que los sellos y las firmas se encontraban desprendidos y que cuando ellos llegaron a realizar su trabajo, los documentos ya estaban mutilados.[11]En 1977, el obispo Samuel Ruiz García hizo pública esta denuncia, lo que suscitó una respuesta de la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica en el diario Excélsior.[12] Los ánimos se apaciguaron cuando la Academia accedió a entregar al AHDSC una copia de los microfilmes que habían tomado.[13]

Para principios de la década de 1970, dada la edad avanzada de monseñor Flores (había nacido en 1890), la Diócesis empezó a buscar quién podría hacerse cargo del archivo. Así en 1973, cuando Jan de Vos llegó a Chiapas como misionero jesuita invitado por la Misión de Bachajón, se le ofreció encargarse de aquél en vista de su formación de historiador y del gran interés que manifestaba por el pasado de la Diócesis. Pero, dado que Jan de Vos debía residir la mayor parte del tiempo en Bachajón y en la Selva Lacandona, éste no pudo ocuparse del archivo. Aunque el obispo Samuel Ruiz García le entregó las llaves del Archivo, parece haber sido, no para que diera servicio al público, sino para que pudiera llevar a cabo con mayor facilidad sus investigaciones sobre la conquista de la Selva Lacandona, que luego plasmaría en su magna obra La paz de Dios y del rey.[14] En una entrevista, realizada poco antes de su muerte, Jan de Vos explicó que en aquellos años los legajos estaban en unas cajas amontonadas en un local sumamente reducido. Sin embargo, los expedientes se mantenían todavía en orden según su procedencia administrativa y sus respectivos ramos o series.[15]


[1] Afortunadamente, existe una nueva edición del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, hecha en 1999, con una útil introducción de Víctor M. Esponda Jimeno.

[2] AHDSC, Fondo Diocesano, carpeta 1854, exp. 13; y carpeta 1941, exp. 12.

[3] El inventario de la “Serie Chiapas” del Archivo Histórico de Micropelícula Antonio Pompa y Pompa menciona la existencia de varios libros parroquiales en Comitán y Tenejapa. Inés Castro ha podido consultar in situ los de Totolapa y Tonalá: comunicación personal. Finalmente, varios libros parroquiales y documentos históricos de la parroquia de San Bartolomé de Los Llanos fueron entregados el año de 2013 al AHDSC.

[4] De hecho, este cuarto tiene, por lo menos actualmente y probablemente también en aquel entonces, dos entradas secretas: una que se halla oculta en el muro detrás del altar mayor; y otra —todavía más pequeña— que desemboca en el altar mismo.

[5] Aubry, Andrés, “Presentación: el Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas”, Boletín del Archivo Histórico Diocesano, 1, 1981, pp. 1-2; y Entrevista de Virginia Margarita López Tovilla a Dolores Aramoni, San Cristóbal de Las Casas, 18 de junio de 2011. Curiosamente, monseñor Flores no hizo referencia a estos acontecimientos en los que jugó un papel destacado en la breve semblanza biográfica que leyó con motivo de los 50 años de su ordenación: E. Flores Ruiz, Investigaciones históricas sobre Chiapas, San Cristóbal de Las Casas, Patronato Fray Bartolomé de Las Casas, 2002, pp. 1-17.

[6] Flores Ruiz, Eduardo, La catedral de San Cristóbal de Las Casas. 1528-1978, México, Universidad Autónoma de Chiapas, 1978, pp. 125-126. Una copia mecanuscrita de esta obra, que el obispo Anaya y Díez de Bonilla dejó inconclusa, se conserva en el AHDSC, Fondo Diocesano, carpeta 5066, exp. 1.

[7] Monseñor Flores dejó una importante obra historiográfica que empezó a publicar en revistas a principios de la década de 1940, pero para sus primeros trabajos no parece haber recurrido a los documentos del AHDSC a pesar de que como hemos visto tenía acceso a ellos a través de una de las entradas secretas. La primera referencia clara a estos documentos —específicamente a los libros parroquiales de Ciudad Real-San Cristóbal de Las Casas— la hemos encontrado en la ponencia que presentó en 1951 en la VIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología: E. Flores Ruiz, “Sociología Histórica de Ciudad Real (Ensayo Histórico crítico)”, Investigaciones históricas sobre Chiapas (2002), pp. 71-82.

[8] Esto se desprende de los rollos de microfilmes que la Academia de Genealogía y Heráldica tomó de los documentos del AHDSC en 1969.

[9] Estos microfilmes se conservan en la biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia en el Archivo Histórico de Micropelículas Antonio Pompa y Pompa y cuentan con un pequeño inventario de los documentos reproducidos.

[10] AHDSC, Oficio del obispo don Samuel Ruiz al presidente de la Academia de Genealogía y Heráldica. México, D.F., 4 de octubre de 1969.

[11] AHDSC, Oficio del Lic. Guillermo Romo Celis al obispo don Samuel Ruiz. México, D.F., 9 de octubre de 1969.

[12] “No cortaron con tijeras sellos y firmas antiguas, dice Romo Solís”. Excélsior, 25 de octubre de 1977.

[13] Existen copias de estos microfilmes en varios lugares. Una se conserva en el AHDSC. El Archivo General de la Nación (AGN) también resguarda una copia, aunque incompleta, que sólo abarca lo relativo a los libros parroquiales.

[14] Los documentos del AHDSC no parecen haberle sido de gran utilidad para redactar ese libro ya que sólo cita tres documentos de este repositorio junto con muchos otros que localizó en otros archivos, en particular los de Guatemala y España.

[15] Entrevista de Virginia Margarita López Tovilla a Jan de Vos. San Cristóbal de Las Casas, 21 de junio de 2011.

El AHDSC abre sus puertas al público (1977-2010)

En 1977, el obispo entregó la administración del Archivo al Instituto de Asesoría Antropológica para la Región Maya (INAREMAC), una asociación civil creada por un antiguo párroco francés, Andrés Aubry. Su mujer, Angélica Inda, quien había sido hermana de la Humildad de María y había trabajado varios años en el municipio de San Andrés Larráinzar, quedó como directora del Archivo. En un primer momento, a solicitud del obispo Samuel Ruiz García, la antropóloga Dolores Aramoni colaboró también en los trabajos para abrir el Archivo y darle servicio al público.

Unos años después, se tomó una decisión que causó —y sigue causando— mucha controversia: la de reordenar todos los documentos por pueblos y, dentro de cada uno, de acuerdo con una larga lista de temas, subtemas, subsubtemas y subsubsubtemas, que diseñó Angélica Inda.

La razón que se esgrimió para este cambio radical fue que así los habitantes de los distintos municipios de Chiapas podrían consultar más fácilmente los documentos y conocer mejor su pasado. Esta decisión también facilitó las investigaciones de muchos antropólogos que estudiaban alguna comunidad, municipio o región en particular. Pero, al mismo tiempo, este cambio supuso reorganizar todos los documentos y mezclar expedientes que provenían de los diferentes archivos catedralicios, dificultando de manera extrema estudiar la historia de la institución misma que había generado toda esa documentación: la Iglesia Católica de Chiapas. Dolores Aramoni se opuso a este proyecto y, como no logró convencer ni a Andrés Aubry ni a Angélica Inda ni a las autoridades de la Diócesis de que no se llevara a cabo, renunció a seguir colaborando con el AHDSC.

El proyecto de reorganizar por completo el AHDSC se topó con varios problemas que no tenían una solución sencilla. Para empezar, esto suponía un esfuerzo enorme, que difícilmente podía llevar a cabo una sola persona, es decir Angélica Inda, incluso con la colaboración de otras personas como fueron Isabel Retier, Guadalupe Muñoz (1986-1990) y Rafaela María Gómez Morales (1991-2011), quienes trabajaron, una después de otra, como auxiliares del Archivo. Por otra parte, algunos expedientes trataban de muchos pueblos, por ejemplo, las visitas de los obispos a su diócesis. Hoy en día, algunas partes de estas visitas se hayan dispersas en varias carpetas —una parte en las de un pueblo, otras en las de otros— de tal forma que es casi imposible tener una idea de conjunto de la visita misma. Hay quien piensa que, para ordenar los documentos por pueblos, los responsables del archivo tuvieron que descoser los expedientes. Pero la verdad es que no sabemos realmente cómo se encontraban estos documentos cuando el INAREMAC recibió el Archivo, después de todas las vicisitudes que había sufrido. Sólo un estudio detenido de los microfilmes que sacó la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica permitiría dar respuesta a esta pregunta.

Por otra parte, es bastante frecuente que un mismo documento trate de asuntos de varios pueblos en unas mismas fojas y que sea de interés para trabajar temas muy diferentes. Así, en muchos casos, a la hora de ordenar los documentos, fue necesario decidir con un cierto grado de arbitrariedad a qué pueblo y a qué tema había que asignarlo. De cualquier forma, a menudo en esos casos, se anotó, en la pequeña ficha en papel que se adjuntaba con un clip al documento, los otros pueblos y los otros temas que abarcaba la información que contenía.

El otro problema que tenía ese método de ordenación era que, cuando varios documentos se referían a un mismo pueblo y trataban de un mismo tema, todos tenían una misma referencia, lo que dificultaba citarlos en los trabajos académicos de manera concisa y precisa. Finalmente, como el Archivo estaba en constante reorganización, los expedientes iban cambiando de lugar a medida que se iban ordenando, de tal forma que en ocasiones no era posible volver a encontrar un documento después de haberlo consultado o de haberlo visto citado en alguna obra publicada.

Por otra parte, durante, la gestión de Angélica Inda y Andrés Aubry, se incorporaron al AHDSC documentos más recientes, muchos de ellos ajenos a la administración catedralicia. Incluso fotocopias de documentos de otros archivos y de publicaciones diversas, al igual que transcripciones, apuntes y borradores se fueron agregando a las carpetas por pueblos. Finalmente, algunos —y sólo algunos— de los documentos que habían pertenecido a monseñor Eduardo Flores Ruiz, y que el padre José Herrera (quien los había recibido de los familiares de aquel) donó al AHDSC, se disgregaron en distintas carpetas. Otros, en cambio, permanecieron en cajas de cartón sin mezclarse con el resto del acervo.

A pesar de estos problemas, el periodo en que el Archivo estuvo administrado por el INAREMAC arrojó también saldos positivos. Por primera vez, el Archivo estuvo abierto al público y muchos investigadores, estudiantes e interesados en el pasado de Chiapas pudieron consultar los documentos en condiciones dignas. Por otra parte, INAREMAC consiguió primero que la Catedral le cediera más habitaciones para ampliar el local del Archivo y luego obtuvo fondos para dotar al local de mesas, sillas, estantería, libreros y archiveros, que permitían resguardar los documentos en bastante buenas condiciones. También se renovó por completo la instalación eléctrica. Se procedió también en varias ocasiones a fumigar y a combatir los hongos que amenazaban con dañar a los documentos, de tal forma que, a pesar de los altos niveles de humedad que existen en San Cristóbal de Las Casas en varias épocas del año, los documentos se encuentran en buenas condiciones después de todos los avatares que padecieron entre 1914 y finales de la década de 1940. Finalmente, el AHDSC quedó inscrito en el Sistema Nacional de Archivos, con el número 81-7E13h de la Sección de Archivos Eclesiásticos, en el Archivo General de la Nación.

Se hizo, también, un esfuerzo por difundir lo más ampliamente posible la información resguardada en el Archivo. En un primer momento, Dolores Aramoni fue seleccionando pequeños documentos que transcribía y publicaba con mucho éxito en el diario local El Tiempo. Posteriormente, el AHDSC decidió publicar un boletín. Los primeros números fueron obra de Dolores Aramoni, quien transcribió documentos completos conservando la ortografía original. Después de su salida del Archivo, Andrés Aubry y Angélica Inda se hicieron cargo del boletín y prefirieron publicar tan sólo extractos comentados de los testimonios. También en el mismo formato, se publicaron los índices de los cedularios del Archivo. A partir del año de 1991, entró a trabajar en el AHDSC, Rafaela María Gómez Morales, quien atendió al público y ordenó documentos hasta su fallecimiento, acaecido en octubre de 2011.

En 1990, un grupo de estudiantes de la licenciatura en etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), dirigidos por el Dr. Mario Humberto Ruz, realizó un catálogo de los documentos del AHDSC que contenían información sobre Tabasco.[1]

A raíz de la jubilación del obispo Samuel Ruiz García en el año 2001, el Archivo recibió en donación parte de su archivo personal y el archivo del Comité Cristiano de Solidaridad que se constituyó para ayudar a los refugiados guatemaltecos que venían huyendo de la violencia en su país en las décadas de 1970 y 1980. En esta ocasión esos documentos de gran valor permanecieron en cajas de cartón, lo que más adelante permitió que se conformaran dos nuevos fondos: “Monseñor Samuel Ruiz García” y “Refugiados Guatemaltecos”.

Ese mismo año de 2001, falleció la directora del Archivo, Angélica Inda, y su marido, Andrés Aubry, pasó a desempeñar sus funciones. Éste contrató a María del Carmen Pérez Esponda para continuar con los trabajos de ordenación de los documentos y para atender al público, junto con Rafaela María Gómez Morales. María del Carmen Pérez Esponda conocía bien el archivo porque había trabajado con la investigadora Gloria Pedrero Nieto en la elaboración de un catálogo general del AHDSC, labor que no llegó a concluirse, aunque sí se publicó un primer volumen de dicho catálogo.[2]

En 2007, Andrés Aubry falleció en un trágico accidente de automóvil, y el archivo quedó acéfalo durante un año hasta que la Diócesis nombró como nuevo director al fraile dominico Pablo Iribarren Pascal. Matilde Reyna Moreno Reyes, quien se había desempeñado muchos años como secretaria de Andrés Aubry en su asociación civil INAREMAC, se incorporó al equipo del AHDSC.


[1] Ruz, Mario Humberto (Coordinador), Tabasco en Chiapas. Documentos para la historia tabasqueña en el Archivo Diocesano de San Cristóbal de Las Casas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994.

[2] Pedrero Nieto, Gloria, Catálogo parcial 1 del Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las. Casas, Chiapas, San Cristóbal de Las Casas, Centro de Investigaciones Ecológicas del Sureste (Serie documentos, nº 3), 1979.

La colaboración entre el AHDSC y ADABI (2007-2009)

Ese mismo año fray Pablo Iribarren obtuvo una ayuda de la asociación civil “Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México” (ADABI) para reemprender el trabajo de ordenación del archivo. Para ello se decidió separar los documentos que no estaban guardados en cajas de cartón en dos fondos: el Fondo Parroquial —que se compone de los libros parroquiales (bautizos, informaciones matrimoniales, matrimonios, defunciones, cofradías, etcétera)—; y el Fondo Diocesano, que se compone principalmente de expedientes sueltos. Por error, algunos libros que tendrían que haber formado parte del Fondo Diocesano —los libros de gobierno de la Diócesis, entre otros— quedaron incluidos en el Fondo Parroquial. A su vez, muchos informes matrimoniales que, de acuerdo a esa lógica, tendrían que haber pasado al Fondo Parroquial continuaron dispersos en el Fondo Diocesano. Rafaela Gómez y Matilde Moreno, asesoradas por personal de ADABI ordenaron los libros parroquiales. En el año de 2009, ADABI publicó un CD con un catálogo de dicho fondo. Sin embargo, Rafaela Gómez y Matilde Moreno detectaron algunos errores e hicieron las correcciones necesarias para elaborar una nueva versión del catálogo del fondo parroquial, que fue finalmente revisada y corregida por Mario Enrique Hernández Vázquez.

Como parte de ese mismo proyecto, se intentó reordenar el Fondo Diocesano, distinguiendo los expedientes según si trataban de cuestiones de gobierno de la diócesis o de asuntos de justicia, sin que se llegara a avanzar en ello. También, se retiraron del Fondo Diocesano documentos originales recientes y fotocopias que Andrés Aubry y Angélica Inda había guardado en las carpetas de pueblos a pesar de que no tuvieran nada que ver con la Iglesia. Durante un tiempo, estos expedientes retirados quedaron a la deriva hasta que terminaron en las cajas de los documentos que habían pertenecido a monseñor Eduardo Flores Ruiz y que habían sido donados al AHDSC por el padre José Herrera.

Durante un tiempo más, María del Carmen Pérez Esponda continuó ordenando el Fondo Diocesano, tomando en cuenta algunas recomendaciones de ADABI; pero luego, en 2009, tuvo que dejar el trabajo por falta de fondos.

La colaboración entre el AHDSC y El Colegio de México (2010-2016)

En febrero de 2010, el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, con el apoyo de diversas instituciones, dio inicio a un proyecto de elaboración de una base de datos del Fondo Diocesano, manteniendo el orden de los documentos. Esta base de datos permite la búsqueda de documentos de acuerdo a diversos criterios.

Al mismo tiempo, las encargadas del archivo, Rafaela Gómez y Matilde Moreno, continuaron ordenando, de acuerdo con los criterios de Angélica Inda, un gran número de expedientes que todavía no habían sido clasificados. Estos expedientes dieron lugar a la Segunda y Tercera Sección Pueblos y a la Primera, Tercera y Cuarta Sección San Cristóbal.

A principios del año de 2012, a solicitud de fray Pablo Iribarren, los integrantes del equipo de El Colegio de México sacaron todos los documentos pertenecientes a otros fondos que se encontraban en cajas de cartón para acomodarlos en carpetas. Entre esos documentos, se encontraban fondos tan importantes como el de Curia-Sagrario de la primera mitad del siglo XX (3.75 metros lineales), el archivo del Colegio Seminario de la ciudad desde su fundación hasta su desaparición (0.6 metros), el archivo personal del obispo Samuel Ruiz García (15 metros) y el archivo del Comité Cristiano de Solidaridad, creado por la Diócesis de San Cristóbal para llevar ayuda a los refugiados guatemaltecos que huyeron de la represión en su país (16 metros), entre otros.

Todos estos documentos se encuentran ahora separados por fondos, guardados en carpetas numeradas y a disposición del público, lo que supuso una trasformación radical del AHDSC. Este trabajo permitió también elaborar por primera vez un inventario general de todo el AHDSC, que sirve de guía —ciertamente todavía muy general e imprecisa— para sus usuarios. También se crearon inventarios de otros fondos y de algunas de las bibliotecas del AHDSC.

En el año de 2013, gracias a una generosa donación del padre José Herrera, párroco del pueblo de Petalcingo, fue posible sustituir los viejos archiveros, que dañaban los documentos cada vez que se abrían y cerraban las gavetas, por estantería metálica. En 2014, nuevamente, gracias a las gestiones del padre Herrera se terminaron de remplazar las viejas cajas de cartón por otras de plástico antiácido, que permiten una mejor conservación de los documentos históricos. Ese mismo año y el siguiente (2015), con el apoyo que prestó el INAH al proyecto de El Colegio de México, se pudieron mejorar las condiciones de trabajo de los usuarios del Archivo y se procedió a una limpieza a fondo de sus instalaciones, además de adelantar la elaboración de la base de datos del Fondo Diocesano y de diversos inventarios de otros fondos.

En el año 2016, gracias al apoyo de El Colegio de México, se creó una primera versión de esta página Web del AHDSC, que incluyó la base de datos del Fondo Diocesano, misma que se concluyó en septiembre de dicho año.

La colaboración entre AHDSC, la Fundación Prince Claus y la Whiting Foundation (2018-2019)

El 7 de septiembre de 2017, el terremoto con epicentro en la costa de Chiapas provocó serios daños a la catedral de San Cristóbal, en donde se encuentra alojado el acervo del AHDSC. Por ello, siguiendo las recomendaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para seguridad de los usuarios y empleados del Archivo, se dejó de prestar servicio durante unos meses. Afortunadamente, la curia puso a disposición del AHDSC una pequeña sala en la misma manzana para que se pudiera seguir prestando servicio a los usuarios.

En esa difícil coyuntura, la Fundación Price Claus y la Whiting Foundation salieron al rescate del AHDSC y de abril de 2018 a mayo de 2019 proporcionaron fondos para mantener en buenas condiciones el acervo del Archivo que permanece en lo que fue la sala del Cabildo Capitular de la catedral y para dotar de nuevo equipo de cómputo a la nueva sala de consulta. Gracias a este apoyo también fue posible que cuatro personas (Matilde Reyna Moreno Reyes, Martha Laura Natarén Argueta, Griselda Pale Morales, César Omar Santis Montejo) trabajaran en la elaboración del inventario de Fondo Monseñor Samuel Ruiz García.

Actualmente, con el apoyo de la curia de la Diócesis dos personas, Matilde Moreno Reyes y Griselda Pale Morales, continúan dando servicio a los usuarios y elaborando los inventarios de los fondos que todavía carecen de éstos.

La colaboración entre el AHDSC y la Fundación Gerda Henkel

En este año de 2020, el AHDSC ha recibido el apoyo de la Fundación Gerda Henkel para mejorar las condiciones de la sede habitual del Archivo y proteger los fondos que resguarda ahí. Dicho apoyo también permitirá realizar los inventarios de los fondos Refugiados Guatemaltecos y EZLN-Convención Nacional Democrática (CND) y la digitalización de este último.